domingo, 29 de julio de 2012

¿Y DESPUÉS DEL RESCATE QUÉ?



Dada la tozudez de los datos económicos, empeñados en amargarnos los desayunos un día si y otro también, se extiende la idea de que un rescate al Estado va a ser inevitable y hay quien hasta lo ve con buenos ojos, en la esperanza de que, ya que el gobierno es incapaz de imprimir un cambio de rumbo a la situación, quizá con el rescate pueda producirse.

Sin embargo, creemos que lo suyo sería desengañar a quienes así piensan. No hay más que echar un vistazo a los países que ya han sido “rescatados”.

El primero fue Grecia. El 2 de mayo de 2010 se le concede un préstamo de 110.000 millones de Euros, 80.000 la UE y 30.000 el FMI, a un tipo medio de interés superior al 5%. Podría parecer un interés modesto, si embargo, para que nos hagamos una idea de lo que supone, bastará un dato: el tipo de interés medio de la deuda española a fecha de hoy, con la rentabilidad del bono a 10 años en el entorno del 7% y la prima de riesgo disparada, es del 4,11%, lo que supone para nuestras arcas un desembolso de más de 32.000 millones anuales en concepto de intereses.

Cierto que a la fecha de concesión del segundo rescate, el 21 de febrero de 2012 –de poco habrá servido el primero cuando hace falta un segundo- ese tipo fue rebajado al 1,5% más el euríbor. ¿Piedad para con los griegos? No es probable, más bien parece estrategia: mientras la víctima tenga esperanzas de salvar el pellejo…

Pero continuamos con el repaso a la tragedia griega. El citado segundo rescate es de 130.000 millones, los primeros 5 años al 0,5% y los restantes al 1,5%. Además la banca privada perdona 106.000 millones –la famosa quita del 53%-. Habría que mencionar, además otros 50.000 millones que diversos bancos privados prestan a título particular.

Hagamos cuentas: entre préstamos concedidos y deudas perdonadas la ayuda a Grecia suma ya 396.000 millones, prácticamente el doble de su PIB (215.000 en 2011). ¡Alucinante! Y ¿de qué ha servido todo esto? Pues para que su PIB cayese un 4,5% en 2010, un 5,4% en 2011 y un 6,3% en tasa interanual en el primer trimestre de 2012. Y también para que el paro subiese del 12,2%, en mayo de 2010, fecha del primer rescate, al 22,5% en abril de este año.

Ahora habría que preguntarse ¿cómo es posible que una inyección tan brutal de dinero –cierto que las ayudas del segundo rescate todavía no se han empezado a librar- no haya producido más que depresión? Muy sencillo: debido a la condicionalidad de las ayudas. Porque esos dineros solo llegan si se echa a decenas de miles de funcionarios, si se recortan las inversiones públicas, si se recortan los subsidios por desempleo, si se recorta el gasto social, el sanitario, el educativo, los derechos laborales, si se sube el IVA y otros impuestos, etc., etc., etc. Y es que las cabezas pensantes del FMI, UE, BCE y Alemania, parecen ignorar lo que cualquier alumno/a de 1º de Bachillerato ya tiene claro, que si se recorta el gasto y la inversión pública y se suben los impuestos se provoca recesión y, si la cosa dura, acaba en depresión.

¿Pero es posible que estos señores tan listos ignoren algo tan elemental? No es probable.

Ahora vamos a ver qué ha pasado con la prima de riesgo, baremo que mide, como es bien sabido, la confianza de los mercados en la capacidad de un país para devolver su deuda. Pues que ha pasado de los 645 pb a la fecha del primer rescate a 2.533 el pasado 27 de julio. Esa es la confianza de los mercados en que el Estado griego pueda devolver todo lo que debe, es decir, ninguna. Saque cada uno sus propias conclusiones.

Pero vamos a seguir con la revista de otras tragedias nacionales. Irlanda pide el rescate el 22 de noviembre de 2010 por valor de 85.000 millones. El FMI aporta 22.500 y el resto, 62.500, la UE. El tipo de interés que se aplica en principio es del 5,8%, si bien la Troika acepta en julio de 2011 una rebaja al 3,7% y una ampliación del plazo de devolución de los 7 años iniciales a 15. Algunos no tenemos claro todavía si ese balón de oxígeno se debió a benevolencia o a que había que competir con el Reino Unido, que le faltó tiempo para conceder a “un amigo en apuros” un préstamo bilateral por más de 8.000 millones de Euros. En cualquier caso, aunque la rebaja es substancial, un 3,7% sigue siendo un buen negocio.

Pero vamos ya con los efectos del rescate irlandés. El PIB cae en 2010 un 1%, recupera en 2011 un 0,7% y en el primer trimestre de 2012 vuelve a caer un 1,1% en tasa interanual; el paro pasa de un 14,4% en noviembre de 2010 a un 14,6% en mayo de 2012. ¿Y la prima de riesgo? Pues pasa de 586 pb en el momento del rescate a los 688 en que está ahora, después de haber alcanzado un pico de 1.134 pb en julio de 2011. En otras palabras, confianza de los mercados en los efectos del rescate, muy poca.

Portugal. Pide el rescate el 6 de abril de 2011 por un total de 78.000 millones de Euros. 26.000 los pone el FMI al 5% y a devolver en 7 años. Los otros 56.000, la UE, al 4% y a 12 años. El total a pagar en concepto de intereses será, según estos números, de 34.400 millones. Posteriormente ha habido una revisión que ha dejado el tipo en el 3,25%.

Los resultados de esta ayuda han sido una caída del PIB del 1,6% en 2011 y la previsión más optimista para 2012 es que caiga un 3,2% y el desempleo ha subido desde un 12,4%, cuando se pidió el rescate, al 15,2% en mayo pasado, casi tres puntos en un año. Además, la prima de riesgo, que estaba en 511 pb está ahora en 1022.

En resumen, los rescates de estos tres países no han servido más que para agravar la recesión, aumentar el paro y convertir la desconfianza de los mercados en certeza absoluta de que el dinero que les han prestado no lo van a recuperar. ¿Y cómo van a recuperarlo si ahora tienen que devolver primero los rescates con sus intereses correspondientes, que para eso son préstamos preferenciales? La verdad es que la situación se parece mucho a la de los países en desarrollo en los tiempos de la crisis de la deuda externa, asfixiados por los intereses de los préstamos que el FMI les concedía a cambio de reformas que los hundían cada vez más. ¿Quién nos iba a decir entonces que países del primer mundo tendrían que pasar, andando el tiempo, por la misma situación? ¿Quién nos iba a decir, cuando nuestro país se incorporaba al exclusivo club de los ricos, que nos íbamos a ver un día al borde de caer en las garras del FMI? ¿Quién nos iba a decir, por fin, que algunos de aquellos con quienes nos asociábamos estarían un día encantados de asociarse a su vez con los carroñeros del FMI dispuestos a sacarnos los ojos y chuparnos la sangre? ¿A qué si no, tanta insistencia en que aceptemos el rescate total?

Por lo tanto, de rescate ¡ni hablar! Antes, preferible mil veces abandonar el Euro. Recuperaríamos el Banco Central, del que ahora carecemos y, consecuentemente, la posibilidad de desarrollar políticas monetarias adecuadas y recuperaríamos también la política fiscal, que tampoco tenemos porque nos la impone Angela Merkel. En una palabra, recuperaríamos la capacidad de maniobra que nuestros socios y amigos nos han quitado – aunque, para ser justos, hemos sido nosotros los que la hemos puesto en sus manos. Y para amigos como estos, mejor ninguno. Y si, para nuestra desgracia, el gobierno se viera tentado a aceptar el rescate, nuestro deber como ciudadanos sería exigir un referéndum, pero no sobre el rescate, sino sobre la permanencia en el Euro.